A través de muchos años de historia, la educación superior ha mostrado su capacidad de adaptación y transformación, respondiendo a los movimientos de cambio y progreso de la sociedad y en muchos casos han sido las propias instituciones educativas las que han propiciado y liderado esos cambios. Sin embargo, en el nuevo período histórico que estamos transitando, las transformaciones sociales y políticas han determinado un ritmo de avance que supera el de las estructuras convencionales e imponen a la educación superior una reformulación y renovación mucho más rápida y profunda como jamás haya tenido que enfrentar. "La misión fundamental de la educación es ayudar a cada individuo a desarrollar todo su potencial y a convertirse en un ser humano completo, y no en una herramienta para la economía". La globalización creciente de todas las actividades humanas y sociales no sólo ha provocado y seguirá provocando alteraciones políticas, económicas y financieras sino que ha significado poner a disposición de una parte importante de la población mundial el acceso a la cibercultura a través del desarrollo de tecnologías intensivas en conocimiento como la microelectrónica, las computadoras, los satélites, la fibra óptica y otros materiales avanzados. La mayor velocidad de producción, como diría Toffler “no se consigue con el sudor de los trabajadores sino con la reorganización inteligente” y la búsqueda, selección e intercambio de información. Información que una vez revisada, ordenada en forma reflexiva y sistemática se transforma en conocimiento. Algunos pensadores de principios del siglo antepasado, como Lewis Mumford, contribuyeron a que muchas universidades replantearan el contenido exclusivamente técnico - científico de sus currículos. “La educación especializada, unilateral y experimental del ingeniero, la falta de interés humanista tanto en la escuela de ingeniería como en el ambiente en que actúa no hicieron otra cosa que acentuar sus limitaciones; los intereses de la filosofía, de la religión, de la política y del amor estaban ausentes del mundo utilitario del ingeniero”. Un balance equilibrado de conocimientos científicos, tecnológicos y de gestión con el adecuado soporte de una auténtica formación humanística, hoy ausentes de muchos planes de estudio, parecieran ser los ingredientes básicos de currículo que habrían de necesitar nuestras Escuelas de Ingeniería.
En los comienzos del siglo antepasado, el pensamiento de Frederick Taylor, (1816 - 1915)impuso una filosofía, por la cual la clave para gerenciar correcta y exitosamente una empresa, era la planificación y el control de las tareas. Máquinas y hombres eran considerados simples factores de producción. La permanente adecuación a estos cambios no puede ser motivo para ampliar el espectro de contenidos en el curriculo de grado, sino de hacer más eficaz su aprendizaje, descartando rápidamente lo obsoleto o innecesario sin perder de vista que a través de la educación, la ingeniería debe reforzar su liderazgo para conducir equipos reales y virtuales. Reconozcamos que la mayoría de nuestras universidades son excelentes lugares para enseñar conceptos básicos de ingeniería y su comprensión, el “saber que”. Pero fallan en gran proporción cuando se trata de generar en el estudiante habilidades y destrezas profesionales que no están incluidas en ninguna asignatura particular, y que significan habituar al estudiante al método de la ingeniería. El “saber como”. (Peters). Un Ingeniero en casi todas sus actividades debe ser en primer lugar un conductor de personas. Debe saber conducirlas, transformándose, además de ser quien gerencieun proyecto o emprendimiento, en un Líder.Nuestra Universidad no los prepara para ello.
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